Numerosas llamas cargadas de ofrendas comenzaron a llegar a la ciudad del Cuzco desde los poblados vecinos e, incluso, desde más lejos. (Coca, hierbas y resinas aromáticas; conchas utilizadas en los sacrificios, así como pimientos y rocotos rojos que serían empleados para sazonar el banquete real).
Conforme se aproximaba el día
de la ceremonia, los curacas y nobles confederados invitados hacían su ingreso
en la capital con gran fastuosidad rodeados por su séquito. Cada uno de los
visitantes traía hermosos regalos en señal de reconocimiento, entre los que
podían observarse vistosas andas, queros decorados, suaves mantas, metales
preciosos y exóticas plumerías.
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